El domingo pasado, mirando la final masculina de este deporte entre EE.UU y Turquía, me puse a pensar en la poca importancia que le dan a la rama femenina. Y llegué a preguntarme: ¿Este Mundial de las chicas en República Checa llegará a ser totalmente televisado? Uno supone que sí, que como mínimo la televisión pública va a pasar los partidos de Argentina, como lo hizo con el hockey femenino (el fin de semana derrotaron 3- 1 a Holanda y obtuvieron el segundo título Mundial de la historia). Todo esto me llevó a recordar mis inicios en esta disciplina. Veía a Leo Gutierrez y Luis Scola encestándola, y me acordaba de la primera vez que pise una cancha de básquet.
Fue a los 7 años. Esa tarde mi mamá me acompañó, como siempre ella me apoyaba en cualquier actividad que yo decidiera hacer. Cómo lo sigue haciendo hoy en día con mis estudios de periodismo deportivo. Si bien sólo empecé a practicarlo amateurmente y sin tantas obligaciones, con el correr de los años mi sentimiento se hacía más fuerte. Y me fastidiaba conmigo misma si faltaba a las clases del profesor Gustavo. Lo que más me gustaba de los entrenamientos era jugar partidos de 7 contra 7, porque éramos muchas chicas o sino el clásico 5 contra 5. Otra cosa que me molestaba mucho era salir del campo de juego para que entrara otra compañera. Y no lo hacía de mala ni egoísta, sino que me gustaba demasiado estar en la cancha todo lo que duraba el “mini partido” y traspirar como Las Leonas lo hicieron este fin de semana ante Holanda, para llevarse su segundo Mundial en la historia. Tal vez la comparación suene un tanto exagerada, pero es un simple ejemplo de cuanto valoraba yo jugar y entrenarme todos los martes y los jueves.
Gustavo fue mi entrenador hasta los 14 años, donde por razones familiares tuve que dejar de lado mi mayor pasión hasta ese momento. La muerte de mi abuela me alejó por un largo tiempo del deporte. Recién pude volver a los 17. Yo vivo en San Vicente y allí hay un solo club para practicar esta disciplina. Si bien el lugar queda a 5 cuadras de mi casa, distintas cosas fueron postergando el comienzo. Pero en marzo del 2008, definitivamente me decidí. Me levanté como todas las mañanas, desayuné, fui al colegio (era mi último año de la secundaria en el Instituto San José) y a las seis de la tarde me dirigí al Club Deportivo San Vicente. Lo único que había cambiado después de tanto tiempo, fue el entrenador. Marcelo Alberti tomo la dirección técnica del equipo femenino.
A pesar de ese cambio, todo seguía igual. Mis ganas y mi entusiasmo por jugar como cuando tenía 7 y recién comenzaba a dar los primeros pasos. Hoy con más irregularidad, pero con las mismas ansias, sigo jugando al básquet. Claro que de manera amateur, porque para poder haber sido profesional me tendría que haber preparado muchos años y por distintas circunstancias no se me dio.
La situación hubiera sido otra si le hubiese podido poner un poquito más de esmero. No se si hubiese sido como Gutierrez, Scola o Delfino, por citar algunos ejemplos, pero podría haber dejado mi huella dentro de la cancha. Lo más valioso en la vida es jugar por gusto propio, porque para triunfar en la vida, no es importante llegar primero. Para triunfar simplemente hay que llegar, levantándose cada vez que se cae en el camino.
Como yo muchas chicas que sienten aprecio, pasión, cómo quieran llamarlo, se matan entrenando 2 o 3 veces por semana, para llegar al menos a vestir la camiseta de la Selección Nacional. Esperemos que en el futuro inmediato esta situación se revierta, porque el esfuerzo y el sacrificio de muchísimas chicas, merece ser, al menos tomado en cuenta. Ojalá el básquet femenino siga creciendo, tanto como el de los hombres en la última década. Donde a partir de la Generación Dorada , ha tomado un gran impulso nacional e internacionalmente. Vamos en camino. Paso a paso.
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